La estructura de un ensayo literario se divide en tres partes: una introducción, un desarrollo y una conclusión.
1. La introducción de un ensayo literario es la presentación del tema analizado. Puede ser uno o dos párrafos que brinden una idea general del tema a desarrollar a lo largo del ensayo
Por ejemplo: Un ensayo sobre el calentamiento global en su parte inicial puede hablar de una definición de dicho fenómeno, describiendo su problemática para el medio ambiente.
Recordemos que el ensayo es género libre y depende del autor la manera en que quiera redactarlo. En este artículo se recopila sugerencias para empezar a escribir los primeros párrafos de un ensayo.
2. El contenido. Es la parte central del ensayo que expone el pensamiento del autor, es decir, los argumentos que sustentan las principales ideas.
El cuerpo del ensayo, suele mínimo de unos tres párrafos. La longitud depende del ensayista o las dirección del profesor, si se trata de un trabajo en el ámbito escolar.
Lo que caracteriza al ensayo es el uso adecuado de los argumentos como una herramienta de expresión, ordenada y sistemática del pensamiento del ensayista. La forma de argumentar y los tipos de argumentos son variados. Básicamente, el redactor tiene la misión de intentar convencer a su lector de la validez de su punto de vista.
Argumentos a favor: Los argumentos a favor tienden a sustentar una determinada posición sobre un tema y procurar que también el lector, asienta con lo que el ensayista está proponiendo en su idea. Por ejemplo, si se trata de un ensayo acerca del aborto, y si el redactor tiene una posición a favor de esa practica, en su argumento a favor debe probar el porqué es necesario que el aborto sea una practica legalizada por el estado-
Argumentos en contra: Siguiendo con el ejemplo anterior, si el ensayista quiere presenta idea en contra del aborto, entonces sus argumentos deberán ser lo suficientemente convincentes para generar en el lector un férreo rechazo hacia dicha practica.
3.Conclusión: La parte final puede resumir la idea central del ensayista. Es decir, su argumento más eficaz para cerrar así su exposición. En cuanto a la longitud, eso varia dependiente del ensayo en general, en los ensayos académicos, normal que la conclusión tenga un párrafo o dos .
La cortesía. Rafael Barret (escritor paraguayo)
Las construcciones primitivas encierran una enorme cantidad de materia inútil. Y las máquinas antiguas nos sorprenden por el derroche de trabajo malgastado. Son torpes y ruidosas. El progreso, más que en aumentar la energía total, reside en distribuirla mejor.
Sometidos a idéntica ley, los organismos vivos, al perfeccionarse, se vuelven más delicados, más nerviosos, más hábiles. El hombre verdaderamente fuerte tiene también la maña, que es la sabiduría del músculo, y los pueblos, como los hombres, evolucionan aprendiendo a economizar sus recursos naturales. Poco a poco, a medida que los fines se destacan, se decreta inmoral lo que no sirve, lo que disminuye el empuje total de la raza. Cuando se sabe a dónde se va, se ve y se odia lo que estorba en el camino. Así el esfuerzo de la colectividad, orientado hacia el mismo punto, animado de la misma intención secreta, se sistematiza con la precisión y la armonía de una obra de arte.
La cortesía es el aceite que suaviza los frotamientos inevitables de la máquina social. Traduce energía utilizada. He aquí por qué aparece acompañando a la cultura de las naciones. Llega un momento en que se procura evitar los irritantes y estériles conflictos de la menuda existencia diaria. La exageración se revela lo que es: una debilidad. Entonces se deja definitivamente a los incurables bárbaros dar gritos, asestar puñetazos sobre las mesas y agitarse sin término y sin causa.
La cortesía, nacida de una necesidad presente, se ha ido convirtiendo, como tantas otras costumbres hermanas, en el símbolo de una necesidad futura, y la que representaba ayer medios de ahorrar un impulso fisiológico representado y sentimientos de solidaridad y de amor todavía irrealizables. Al cumplir las reglas mundanas afirmamos constantemente un ideal imposible. Las pasiones, bajo la elegancia y la serenidad de los modales, son más hondas y más despiadadas. Bajo la ornamentación de una cortesía uniforme, la irreductible ferocidad de la especie se hace más trágicamente bella.
Jamás parece tan admirable el valor como cuando está sometido a códigos caballerescos, porque sólo así surge esencialmente humano. Tal elemento estético resplandece en la famosa frase: ¡Messieurs les anglais, tirez les premiers!, y en los duelos cortesanos del gran siglo. Sacada de la vaina suntuosa por una mano enguantada de terciopelo, brilla la espada más poéticamente, al hendir el aire limpio de los jardines de Versalles.
Si delante del enemigo la cortesía es heroica, delante de la mujer es deliciosa, y sublime delante de la muerte. Al caer Metz en las garras de Moltke se encontraron los heridos de Canrobert y de Leboeuf casi sin cloroformo. Los alemanes no quisieron darlo. Cuenta un cirujano francés que los oficiales moribundos rehusaban su parte de anestésico, para ofrecerla a compañeros de armas que hubieran de soportar operaciones más dolorosas. A ese grado la cortesía transfigura la carne y reina sobre la fatalidad.
Vive y vivirá un libro sagrado, el Quijote, que es la epopeya de la cortesía. Las aventuras imaginadas por el mendigo español nos enseñan a no concebir empresa noble que no sea cortés, ni grosería que no sea insignificante. El tipo del ingenioso hidalgo, inaccesible al golpe de maza del destino y a la puñalada de la risa, no encarna el pasado grotesco de la caballería andante, sino el porvenir luminoso que cambiará las palabras embusteras de la cortesía actual en hechos fecundos.