Reglas ortográficas para el uso de la «h»

La h es la novena letra del abecedario español. Su nombre es hache. Es la ùnica letra del alfabeto que no se pronuncia. Es decir, no tiene sonido alguno

Suele aspirarse en algunas zonas españolas y americanas, en especial en voces que en latín tienen f, y en determinadas voces de origen extranjero:Suele aspirarse en algunas zonas españolas y americanas, en especial en voces que en latín tienen f, y en determinadas voces de origen extranjero:

hámster, holding, hachís, Sáhara
Se combina con la c para formar el dígrafo ch.

¿Cuándo se usa la letra «h»?

Solo puede aparecer a principio de palabra o entre vocales. Como norma general no aparece tras consonante más que en ciertas voces compuestas o prefijadas, ya sea en español o en latín:
subhumano, adhesión, sulfhídrico, malherido, inhumano
clorhidrato, deshacer, posthelénico, exhumar
Más raras son otras combinaciones, por lo general basadas en nombres propios: alzhéimer, mahleriana, brahmán, bohrio.
En interjecciones puede estar la final de la palabra: ¡eh!, ¡bah!

Reglas de ortografía para el correcto uso de la «h»

Reglas de la «h» en palabras que inician co hue, hui

En las palabras que empiezan por los diptongos ue, ui, incluyendo los tiempos verbales del verbo oler que empiezan por ue:

Ejemplos: huérfano, huésped, huevil, huelo, hueles, huelas, huebra, huebrero, huevo, huelga, huella, huelveño, huemul, huero, huertano.

Se escribe sin huiguruedueste.

Excepciones:

Se escriben con g las siguientes:

güecho guëldrés güelfo güeña güillín güilo
güilota güin güira güiro güija

 

Se escriben con w las siguientes: web, wéstern, widia, wiski

Reglas de la «h» en palabras con «huela final»
Ante las terminaciones uelo y uela (especialmente dominutivos) cuando siguen a una vocal:

aldehuela, amblehuelo, andrehuela, correhuela, judihuelo, lamprehuela, mantehuelo, matihuelo, parihuela, aldehuela, amblehuelo, andrehuela, correhuela, judihuelo, lamprehuela, mantehuelo, matihuelo, parihuela picardihuela, pihuela, vihuela

Reglas de la «h» en palabras compuestas y derivadas

Los compuestos cuyo segundo elemento tenga h:

rehuir, ahilar, deshonor, deshuesar, inhumano, prehistórico
malherido, contrahecho, sobrehumano, malhechor

Son homófonas: ahijada, enhebro, deshecho, deshojar, trashojado, rehusar.

También los derivados de las palabras que tengan esta letra:

herradura

Excepciones: las palabras siguientes a pesar de ser derivadas de hueco, huérfano, hueso, huevo, se escriben sin h:

oquedad orfandad osamenta osario óseo osificación
osificarse ososo osteítis oval ovalado ovalar
óvalo óvulo ovíparo ovoide ovovivíparo aovar

Otra excepción es la duplicidad de raíces relacionadas con el invierno (invernalhibernal), así como onubense (de Huelva).

Reglas  de la «h» en verbos

La siguiente lista no es exhaustiva, pero presenta algunos verbos que siempre deben escribirse con «h»:

adherir alheñar anhelar cohibir exhalar
exhibir exhortar exhumar inhalar inhibir inhumar
rehusar sahinar sahumar zaherir anihilar desahuciar

Son parónimas: aprehender, trashumar.

Todas las formas de los verbos: hacer, haber, hablar, hallar y habitar se escriben con ‘h’.

Ejemplos:

habremos, hallas, habitó, hubo, habla, habitas, hallamos, hube, hicieron, hallo.

Reglas de la «h» en el uso de los afijos hidr

El afijo hidr, referido al agua:

anhidrita, anhidrosis, clorhidrato, deshidratar, hidrácido, hidrófilo, hidrólisis
hidroavion, hidrocéfalo, hidrología, hidromasaje, hidropatía, hidrosfera
hidrotecnia, hidroterapia, hidrotermal, hidróxido, hipoclorhidria

Reglas de la «h»  en los prefijos

Los siguientes prefijos se escriben con h:

hagio ‘santo’ hagiografía
hect ‘ciento’ hectolitro, hectárea, hectogramo
helio ‘sol’ heliocéntrico, heliotropismo, heliocromía, helioscopio
heli ‘helicóptero’ helipuerto
hema, hemato, hemo ‘sangre’ hematozoario, hemocianina, hemoglobina, hemofilia, hemorragia, hematófago, hematomanía
hemi ‘medio’ hemicilíndrico, hemiplejía, hemiedría, hemisferio, hemistiquio
hepat ‘hígado’ hepático, hepatitis, hepatología, hepatotomía
hepta ‘siete’ heptámetro, heptaedro, heptasílabo, heptarquía
hetero ‘otro, desigual, distinto’ heterocéfalo, heterodoxo, heterosexual, heterogénero, heterópsido
hexa ‘seis’ hexacordo, hexápodo, hexágono, hexadecimal
higro ‘humedad’ higroscopio, higrometría
hiper ‘exceso, superioridad’ hipermercado, hipertexto, hipertensión, hipérbaton, hiperbólico
hipno ‘sueño’ hipnopatía, hipnotismo
hipo ‘inferioridad, debajo’ hipodermis, hipotermia, hipogeo, hipocampo
hipo ‘caballo’ hípódromo, hipomancia
homo, homeo ‘igual’ homógrafo, homólogo, homofobia, homeopatía, homeomorfo

Parónimas: algunos de estos prefijos tienen otros similares sin h y con otro sentido.

ex ‘fuera’, ‘antiguo’ examante
exa ‘trillón’ exámetro, exabit
ecto ‘en el exterior’ ectoplasma, ectodermo

Reglas de la «h» en interjecciones  (h final)

En las siguientes interjecciones:

bah eh oh ah

También en algunas adaptaciones de palabras árabes.

Palabras que no llevan «h«

 Correcto  Incorrecto
embaucar embahucar
exonerar exhonerar
exorbitante exhorbitante
exordio exhordio
exornar exhornar
exuberante exhuberante
exultante exhultante
exasperar exhasperar
incoar incohar
saharaui saharahui
reacio rehacio

Reglas ortográficas para el uso correcto de la g y j

La g (ge) y la j (jota) constituyen ese grupo de palabras que con frecuencia pueden generar dudas en cuando a su correcta ortografía.

La g es la séptima letra del abecedario. Su nombre es ge.

La letra g , al contrario de lo ocurre en otros idiomas, en el español nunca se escribe de manera duplicada

Puede aparecer en el grupo inicial gn- en algunas palabras de origen clásico o extranjero, como gnosis, gnomo, gnomón, etc., que se conserva al formar compuestos (gnóstico/agnóstico).

En posición final también se da en unas pocas palabras extranjeras, como gulag, tuareg, gag o airbag; estas voces forman el plural con la adición de una -sgulags, tuaregs, gags, airbags.

En cambio, la terminación -ng se considera impropia del español y la RAE normalmente la ha adaptado suprimiendo la gtravelín o trávelin para el inglés travelling. No obstante, el Diccionario de la Real Academia Española recoge gong como voz española.

 Normas ortográficas de g y j

1.1 Se escriben con la letra g en los siguientes casos:

Las palabras en que precede con sonido suave a las vocales aou, o a cualquier consonante, sea líquida o no, o en que termina sílaba: gato, gozo, regata, agosto, ambigú, gloriaalegre, dignidad, consigna, gnomon, gneis
2. Las palabras en que tiene sonido suave con las vocales ei. En este caso se interpondrá una u, que no suena: guedeja, guinda, reguero, erguir
Cuando la g y la u han de tener sonido independiente precediendo a la e o a la i, es necesario poner diéresis sobre la u, si esta es átona: pingüe, Cagüitas, exigüidad, ungüento, lingüista
Si es tónica, el acento ya indica que se pronuncia: ambigúes

1.2 Se escribe con la letra j en lo siguientes casos:

Se escriben con j:

1. Las palabras en que entra el sonido fuerte jajoju:

jabalí, sonrojo, ajuste, juicio

2. En la terminación aje:

abordaje almacenaje alunizaje amerizaje anclaje aprendizaje
arbitraje blindaje bricolaje camuflaje chantaje cortometraje
doblaje embalaje ensamblaje entubaje equipaje espionaje
follaje fuselaje garaje hembraje libertinaje maquillaje
marcaje masaje mensaje mestizaje montaje paisaje
paje pandillaje paralaje patinaje peaje peregrinaje
peritaje personaje pesaje pillaje pilotaje pintarraje
plumaje porcentaje potaje rebaje reciclaje reportaje
rodaje ropaje sabotaje salvaje tonelaje utillaje
vasallaje vendaje viaje viraje visaje voltaje

Las excepciones son:

enálage hipálage ambage

3. Las voces con el sonido jeji derivadas de otras en que entra el de la j con las vocales a, o:

rejilla, de reja
zancajear, de zancajo
quejido, de queja
rojizo, de rojo
rejonear, de rejón

4. Las personas de verbos en que entran los sonidos jeji sin que en los infinitivos haya g ni j:

reduje, conduje, dije, tradujimos, condujeseis, produjera, indujisteis

5. Las personas de los verbos cuyos infinitivos llevan esta letra

cruje (de crujir), trabajemos (de trabajar), dejéis (de dejar), empujen (de empujar)

2 Reglas de ortografía para las letras g y j

2.1 g etimológica

Las palabras en que entra el sonido fuerte gegi, y que tienen g por razón etimológica:

vergel (de vergarium)
geranio (de geranion)
gigante (de gigantis)
proteger (de protegere)
dirigir (de dirigere)
vigía (de vigilia)
ágil (de agilis)

Estas voces suelen tener derivadas o análogas con g.

2.2 geo

El afijo geo (‘de la tierra o la geología’):

geología, geómetra, perigeo

2.3 gía final

Las que acaban en gía:

geología, vigía, recogía

Excepciones:

alfajía alfarjía apoplejía bujía canonjía crujía
herejía lejía monjía sajía tejía

2.4 gen

La combinación gen, salvo los tiempos verbales donde corresponde la j (como viajen, aconsejen, tejen):

general género generoso ingenuo diligencia tangente
agente emulgente imagen virgen margen regenerar

Excepciones:

avejentar berenjena comején enajenar enajenación majencia ojén
ajenjo jengibre piojento portovejense vejentud vidajena

2.5 ges, gis

Las combinaciones gesgis, salvo los tiempos verbales donde corresponde la j (como viajes, aconsejes, tejes) y las terminaciones del plural (como pajes):

gesticular, gesto, digestión, legislar, sugestión
flogisto, magisterio, neologismo, octogésimo

Excepciones:

brujescos jesuita majestad majestuoso vejestorio
bajista cajista chantajistas cujisal espejismos fijismos
jisca lejísimos linajista lonjista masajista orejismos
paisajista pajista sijismo ventajistas

2.6 ger, gir en verbos

En los verbos en ger o gir, en todas todas las terminaciones verbales, incluyendo el propio infinitivo, ante ei:

absterger acoger antecoger coger converger descoger
desencoger deterger emerger encoger entrecoger escoger
proteger recoger sobrecoger
adstringir afligir arrigir astringir atingir codirigir
colegir compungir confligir constringir convergir corregir
costringir dirigir divergir elegir enfingir erigir
exigir fingir fungir infligir infringir mugir
pungir reelegir refulgir regir restringir resurgir
rugir sumergir surgir transigir ungir urgir

Y así:

acoge, emerge, encogió, escogía, protegerán, recogemos
rugirá, compungido, converged, elegirán, coliges

Excepciones: tejer y derivados (entretejerdestejer), remejeranejirbrujircrujirgrujirrecrujir

2.7 j etimológica

1. Las palabras que teniendo el sonido jeji, no tienen g en su origen:

ajeno (de alienus)
mujer (de mulier)
extranjero (de straneous),
dije (de dixiste)
Jerónimo (de Hieronymus)
Jiménez (de Ximeno),
herejía (de haeresis)
ajedrez (del árabe axetrench)
aljibe (del árabe alchub)
ajenjo (de absinthium)
jefe (del francés chef)
jerife (del árabe xerif)
jirafa (del árabe zorafa)
jeroglífico (del griego ieroglíficos)
jilguero (del latín sibilare)
jeme (del latín semis)

2.8 jería, jero, jera

Las palabras terminadas en jería, salvo los tiempos verbales donde corresponde la g (como acogería, ingería, sugería). También sus derivados con jero y jera:

azulejería brujería cerrajería consejería conserjería espejería
extranjería mensajería ovejería pajería pellejería potajería
relojería ropavejería tejería relojero extranjero ovejero

10 Ejemplos de ensayos literarios cortos

El ensayo literario se caracteriza por un extremo cuidado en el lenguaje. Se trata no solo de transmitir una idea determinada, sino de hacerlo con un estilo y una voz que identifique al autor del ensayo. Para saber más se recomienda la lectura sobre cómo argumentar un ensayo y la estructura del mismo.

En este artículo recopilamos a grandes ensayistas en lengua española que han escrito memorables obras que pertenecen a dicho género.

Ensayo literario de José Ortega y Gasset

 ¿Con cuántos árboles se hace una selva? ¿Con cuántas casas una ciudad? Según cantaba el labriego de Poitiers,

La hauteur des maisons
empêche de voir la ville,

y el adagio germánico afirma que los árboles no dejan ver el bosque. Selva y ciudad son dos cosas esencialmente profundas, y la profundidad está condenada de una manera fatal a convertirse en superficie si quiere manifestarse.

Tengo yo ahora en torno mío hasta dos docenas de robles graves y de fresnos gentiles. ¿Es esto un bosque? Ciertamente que no: éstos son los árboles que veo de un bosque. El bosque verdadero se compone de los árboles que no veo. El bosque es una naturaleza invisible — por eso en todos los idiomas conserva su nombre un halo de misterio.

Yo puedo ahora levantarme y tomar uno de estos vagos senderos por donde veo cruzar a los mirlos. Los árboles que antes veía serán sustituidos por otros análogos. Se irá el bosque descomponiendo, desgranando en una serie de trozos sucesivamente visibles. Pero nunca lo hallaré allí donde me encuentre. El bosque huye de los ojos.

Cuando llegamos a uno de estos breves claros que deja la verdura, nos parece que había allí un hombre sentado sobre una piedra, los codos en las rodillas, las palmas en las sienes, y que, precisamente cuando íbamos a llegar, se ha levantado y se ha ido. Sospechamos que este hombre, dando un breve rodeo, ha ido a colocarsc en la misma postura no lejos de nosotros. Si cedemos al deseo de sorprenderle — a ese poder de atracción que ejerce el centro de los bosques sobre quien en ellos penetra —, la escena se repetirá indefinidamente.

El bosque está siempre un poco más allá de donde nosotros estamos. De donde nosotros estamos acaba de marcharse y queda sólo su huella aún fresca. Los antiguos, que proyectaban en formas corpóreas y vivas las siluetas de sus emociones, poblaron las selvas de ninfas fugitivas. Nada más exacto y expresivo. Conforme camináis, volved rápidamente la mirada a un claro entre la espesura y hallaréis un temblor en el aire como si se aprestara a llenar el hueco que ha dejado al huir un ligero cuerpo desnudo.

Desde uno cualquiera de sus lugares es, en rigor, el bosque una posibilidad. Es una vereda por donde podríamos internarnos; es un hontanar de quien nos llega un rumor débil en brazos del silencio y que podríamos descubrir a los pocos pasos; son versículos de cantos que hacen a lo lejos los pájaros puestos en unas ramas bajo las cuales podríamos llegar. El bosque es una suma de posibles actos nuestros, que, al realizarse, perderían su valor genuino. Lo que del bosque se halla ante nosotros de una manera inmediata es sólo pretexto para que lo demás se halle oculto y distante.

Ensayo literario de José Ingenieros

Extracto de «El hombre mediocre», capítulo «La moral del genio»

El genio es excelente por su moral, o no es genio. Pero su moralidad no puede medirse con preceptos corrientes en los catecismos; nadie mediría la altura del Himalaya con cintas métricas de bolsillo. La conducta del genio es inflexible respecto de sus ideales. Si busca la Verdad, todo lo sacrifica a ella. Si la Belleza, nada le desvía. Si el Bien, va recto y seguro por sobre todas las tentaciones. Y si es un genio universal, poliédrico, lo verdadero, lo bello y lo bueno se unifican en su ética ejemplar, que es un culto simultáneo por todas las excelencias, por todas las idealidades. Como fue en Leonardo y en Goethe.

Por eso es raro. Excluye toda inconsecuencia respecto del ideal: la moralidad para consigo mismo es la negación del genio. Por ella se descubren los desequilibrados, los exitistas y los simuladores. El genio ignora las artes del escalamiento y las industrias de la prosperidad material. En la ciencia busca la verdad, tal como la concibe; ese afán le basta para vivir. Nunca tiene alma de funcionario. Sobrelleva, sin vender sus libros a los Gobiernos, sin vivir de favores ni de prebendas, ignorando esa técnica de los falsos genios oficiales que simulan el mérito para medrar a la sombra del Estado. Vive como es, buscando la Verdad y decidido a no torcer un milésimo de ella. El que pueda domesticar sus convicciones no es, no puede ser, nunca, absolutamente, un hombre genial.


 

Ni lo es tampoco el que concibe un bien y no lo practica. Sin unidad moral no hay genio. El que predica la verdad y transige con la mentira, el que predica la justicia y no es justo, el que predica la piedad y es cruel, el que predica la lealtad y traiciona, el que predica el patriotismo y lo explota, el que predica el carácter y es servil, el que predica la dignidad y se arrastra, todo el que usa dobleces, intrigas, humillaciones, esos mil instrumentos incompatibles con la visión de un ideal, ése no es genio, está fuera de la santidad: su voz se apaga sin eco, no repercute en el tiempo, como si resonara en el vacío.

El portador de un ideal va por caminos rectos, sin reparar que sean ásperos y abruptos. No transige nunca movido por vil interés; repudia el mal cuando concibe el bien; ignora la duplicidad; ama en la Patria a todos sus conciudadanos y siente vibrar en la propia el alma de toda la Humanidad; tiene sinceridades que dan escalofríos a los hipócritas de su tiempo y dice la verdad en tal personal estilo que sólo puede ser palabra suya; tolera en los demás errores sinceros, recordando los propios; se encrespa ante las bajezas, pronunciando palabras que tienen ritmos de apocalipsis y eficacia de catapulta; cree en sí mismo y en sus ideales, sin pactar con los prejuicios y los dogmas de cuántos le acosan con furor, de todos los costados. Tal es la culminante moralidad del genio. Cultiva en grado sumo las más altas virtudes, sin preocuparse de carpir en la selva magnífica las malezas que concentran la preocupación de los espíritus vulgares.

Los genios amplían su sensibilidad en la proporción que elevan su inteligencia; pueden subordinar los pequeños sentimientos a los grandes, los cercanos a los remotos, los concretos a los abstractos. Entonces los hombres de miras estrechas los suponen desamorizados, apáticos, escépticos. Y se equivocan. Sienten, mejor que todos, lo humano. El mediocre limita su horizonte afectivo a sí mismo, a su familia, a su camarilla, a su facción; pero no sabe extenderlo hasta la Verdad o la Humanidad, que sólo pueden apasionar al genio. Muchos hombres darían su vida por defender a su secta; son raros los que se han inmolado conscientemente por una doctrina o por un ideal.

La fe es la fuerza del genio. Para imantar a una era necesita amar su Ideal y transformarlo en pasión; «Golpea tu corazón, que en él está tu genio», escribió Stuart Mill, antes que Nietzsche. La intensa cultura no entibia a los visionarios: su vida entera es una fe en acción. Saben que los caminos más escarpados llevan más alto. Nada emprenden que no estén decididos a concluir. Las resistencias son espolazos que los incitan a perseverar; aunque nubarrones de escepticismo ensombrezcan su cielo, son, en definitiva, optimistas y creyentes: cuando sonríen, fácilmente se adivina el ascua crepitante bajo su ironía. Mientras el hombre sin ideales ríndese en la primera escaramuza, el genio se apodera del obstáculo, lo provoca, lo cultiva, como si en él pusiera su orgullo y su gloria: con igual vehemencia la llama acosa al objeto que la obstruye, hasta encenderlo, para agrandarse a sí misma.

La fe es la antítesis del fanatismo. La firmeza del genio es una suprema dignidad del propio Ideal; la falta de creencias sólidamente cimentadas convierte al mediocre en fanático. La fe se confirma en el choque con las opiniones contrarias; el fanatismo teme vacilar ante ellas e intenta ahogarlas. Mientras agonizan sus viejas creencias, Saúl persigue a los cristianos, con saña proporcionada a su fanatismo; pero cuando el nuevo credo se afirma en Pablo, la fe le alienta, infinita: enseña y no persigue, predica y no amordaza. Muere él por su fe, pero no mata; fanático, habría vivido para matar. La fe es tolerante: respeta las creencias propias en las ajenas. Es simple confianza en un Ideal y en la suficiencia de las propias fuerzas; los hombres de genio se mantienen creyentes y firmes en sus doctrinas, mejor que si éstas fueran dogmas o mandamientos. Permanecen libres de las supersticiones vulgares y con frecuencia las combaten: por eso los fanáticos les suponen incrédulos, confundiendo su horror a la común mentira con falta de entusiasmo por el propio Ideal. Todas las religiones reveladas pueden permanecer ajenas a la fe del hombre virtuoso. Nada hay más extraño a la fe que el fanatismo. La fe es de visionarios y el fanatismo de siervos. La fe es llama que enciende y el fanatismo es ceniza que apaga. La fe es una dignidad y el fanatismo es un renunciamiento. La fe es una afirmación individual de alguna verdad propia y el fanatismo es una conjura de huestes para ahogar la verdad de los demás.

Frente a la domesticación del carácter que rebaja el nivel moral de las sociedades contemporáneas, todo homenaje a los hombres de genio que impendieron su vida por la Libertad y por la Ciencia, es un acto de fe en su Porvenir: sólo en ellos pueden tomarse ejemplos morales que contribuyan al perfeccionamiento de la Humanidad. Cuando alguna generación siente un hartazgo de chatura, de doblez, de servilismo, tiene que buscar en los genios de su raza los símbolos de pensamiento y de acción que la templen para nuevos esfuerzos.

Todo hombre de genio es la personificación suprema de un Ideal. Contra la mediocridad, que asedia a los espíritus originales, conviene fomentar su culto; robustece las alas nacientes. Los más altos destinos se templan en la fragua de la admiración. Poner la propia fe en algún ensueño, apasionadamente, con la irás honda emoción, es ascender hacia las cumbres donde aletea la gloria. Enseñando a admirar el genio, la santidad y el heroísmo, prepáranse climas propios a su advenimiento.

Los ídolos de cien fanatismos han muerto en el curso de los siglos, y fuerza es que mueran otros venideros, implacablemente segados por el tiempo.

Hay algo humano, más duradero que la supersticiosa fantasmagoria de lo divino: el ejemplo de las altas virtudes. Los santos de la moral idealista no hacen milagros: realizan magnas obras, conciben supremas bellezas, investigan profundas verdades. Mientras existan corazones que alienten un afán de perfección, serán conmovidos por todo lo que revela fe en un Ideal: por el canto de los poetas, por el gesto de los héroes, por la virtud de los santos, por la doctrina de los sabios, por la filosofía de los pensadores.

Ensayo literario de Rafael Barret

De qué viven los médicos? De los enfermos. El hecho es conocido, pero no solemos sacar sus evidentes consecuencias. Lejos de recompensar a los médicos por la cantidad de salud que gracias a ellos, o a pesar de ellos, pueda haber en el mundo, se les recompensa en razón de la cantidad de enfermedad que revisan. Sumad los dolores, las angustias y las agonías de la carne humana en los países civilizados a lo occidental, y previa una simple proporción, deduciréis lo que se abona a los médicos. El interés de todo médico es que haya enfermos, cuantos más mejor, como el interés de todo abogado es que haya gentes de mala fe y de mal humor, enredadores, tercos y tramposos. La lealtad de los corazones y el sentimiento de lo justo acabarían con los pleitos. También la higiene privada es para los médicos una epidemia.

Si constituyesen un gremio de moralidad media; si fueran hombres parecidos a los demás, correríamos grave riesgo. Cada cual provoca en el ambiente que le envuelve las transformaciones favorables a su existencia: el comerciante acapara, el periodista inventa, el político intriga, el banquero hace correr noticias, falsas o no, que ayuden a sus planes. Al médico le conviene que haya enfermos: es extraordinario que no procure producirlos. La medicina, incapaz de curar, no lo es de enfermar. Nada más sencillo que descomponer un aparato, por mucho que ignoremos su mecanismo. Pues bien, mientras los bolsistas urden la miseria y la desesperación de familias inocentes, y los empresarios industriales restablecen sobre la tierra una esclavitud peor que la otra, los médicos, según todas las probabilidades, renuncian al semihomicidio lucrativo. Si empeoran el estado de sus clientes es -fenómeno curioso- de un modo involuntario.

Les somos, a priori, grandemente deudores de que, en general, se abstengan de intervenir demasiado en sus asuntos. Les hemos de estar muy agradecidos de que se mantengan en su papel de espectadores a veces poco afortunados. ¿Y quién tiene la culpa de nuestra situación desairada? Nosotros mismos. ¿En virtud de qué razonamiento de topos hemos resuelto pagarles por visita? Ningún técnico es empleado a jornal; se le ajusta el precio de una obra concluida satisfactoriamente, y ¡ay del ingeniero a quien se le cae el viaducto, o del contador a quien no le salen las cuentas! Era de sentido común convenir los honorarios en el caso único de la curación. Un campesino muy avaro tenía a su mujer en cama desde hacía dos meses, y acosado por los vecinos, se decidió a llamar al doctor:

-Que me la cure o que me la mate, le he de pagar peso sobre peso. La vieja falleció, y a poco, apareció el galeno a saldar su cuenta.

-¿La mató usted? -preguntó el aldeano.

-¡Qué locura! Dios dispuso de lo que era suyo.

-¿La curó usted?

-Desgraciadamente, no.

-Pues, entonces, no le debo nada.

Una medida de pública defensa sería publicar al lado de cada defunción acaecida en el día, el nombre del médico. Se cuenta que uno de los judíos más ricos del mercado francés comenzó a poner en práctica esta idea, utilizando la cuarta plana de un pequeño diario que arrendó no se sabe dónde, cuando no poseía un centavo aún. Chantaje tan ingenuo fue la base de su fortuna. La verdad es que se abre sumario ante una desgracia por imprudencia, ante un accidente complicado en esas muertes que con deliciosa ironía denominamos naturales. El problema es el salvoconducto del asesinado.

La objeción esencial al «control» consiste en que la ciencia es impotente para establecerlo. Ninguna persona medianamente ilustrada o que haya visto de cerca trabajar a los médicos, se hará ilusiones sobre los vagos recursos del azaroso arte de sanar. Un resfrío, media docena de granos, una jaqueca, he aquí problemas terribles. Oímos, sin extrañarnos, que a los mejores facultativos se les mueren seguidos los enfermos, y que principiantes salvan a moribundos desahuciados por eminencias. No pasa mes sin que se renueven las teorías en curso. Los sistemas menos razonables encuentran éxito. Ignorantes iluminados enarbolan procedimientos estrafalarios, reúnen millares de dolientes y hasta los curan. Lo más conveniente para los enfermos que quieran gastar una cierta suma en la experiencia, es recorrer los consultorios, apuntar lo ocurrido en cada uno y comparar las anotaciones. ¿Quién, ante el estado rudimentario de la fisiología y de la terapéutica, tiene derecho de acusar a un médico por torpe o criminal?

¿Será prudente adquirir en unas cuantas semanas las escasas nociones reconocidamente útiles que arroja la medicina moderna, y no acudir jamás a los médicos? Esto sería quizá lógico, pero, indudablemente, poco humano. Necesitamos la fe. Siempre, el que viene a tocar las llagas es el santo milagroso. Siempre se escuchan las palabras de consuelo. Si el médico no fuera sino un sabio, estaría perdido. Es un mago, un sacerdote. Trae los sacramentos en las botellas y frascos donde los boticarios sin conciencia vierten sus innumerables porquerías. El médico es el enviado de la providencia. Su función es sobre todo religiosa.

La medicina, en su acción social, tan diferente de la quirúrgica, se aparta de la ciencia y seguirá apartándose mucho tiempo. Durante mucho tiempo, los discípulos de Pasteur, que no era médico, lucharán en la soledad del laboratorio, antes que desaparezcan los actuales curanderos perfeccionados y sugestionadores a la moda. Y aquellos fanáticos de la certidumbre que se acercan a los lechos de los hospitales, no llevan la piedad en la boca y la indecisión en el alma, sino la fiera curiosidad en los ojos y la muerte en las manos. Van a violar el enigma, a sacrificar a sabiendas un cuerpo dolorido, para ensayar la nueva hipótesis, la nueva sustancia. Delincuentes sublimes, roban la vida presente, como el amor, para cimentar la vida futura.

Ensayo literario «La llama doble» de Octavio Paz

El amor no nos preserva de los riesgos y desgracias de la existencia. Ningún amor, sin excluir a los más apacibles y felices, escapa a los desastres y desventuras del tiempo. El amor, cualquier amor, está hecho de tiempo y ningún amante puede evitar la gran calamidad: la persona amada está sujeta a las afrentas de la edad, la enfermedad y la muerte. Como un re- medio contra el tiempo y la seducción del amor, los budistas concibieron un ejercicio de meditación que consistía en imaginar al cuerpo de la mujer como un saco de inmundicias. Los monjes cristianos también practicaron estos ejercicios de denigración de la vida. El remedio fue vano y provocó la venganza del cuerpo y de la imaginación exasperada: las tentaciones a un tiempo terribles y lascivas de los anacoretas. Sus visones, aunque sombras hechas de aire, fantasmas que la luz disipa, no son quimeras: son realidades que viven en el subsuelo psíquico y que la abstención alimenta y fortifica. Transformadas en monstruos por la imaginación, el deseo las desata.

Cada una de las criaturas que pueblan el infierno de San Antonio es un emblema de una pasión reprimida. La negación de la vida se resuelve en violencia. La abstención no nos libra del tiempo: lo transforma en agresión psíquica, contra los otros y contra nosotros mismos.

Ensayo literario Verdad y Vida, de Miguel de Unamuno

Primero la verdad en la vida.

Ha sido mi convicción de siempre, más arraigada y más corroborada en mí cuanto más tiempo pasa, la de que la suprema virtud de un hombre debe ser la sinceridad. El vicio más feo es la mentira, y sus derivaciones y disfraces, la hipocresía y la exageración. Preferiría el cínico al hipócrita, si es que aquél no fuese algo de éste.

Abrigo la profunda creencia de que si todos dijésemos siempre y en cada caso la verdad, la desnuda verdad, al principio amenazaría hacerse inhabitable la Tierra, pero acabaríamos pronto por entendernos como hoy no nos entendemos. Si todos, pudiendo asomarnos al brocal de las conciencias ajenas, nos viéramos desnudas las almas, nuestras rencillas y reconcomios todos fundiríanse en una inmensa piedad mutua. Veríamos las negruras del que tenemos por santo, pero también las blancuras de aquel a quien estimamos un malvado.

Y no basta no mentir, como el octavo mandamiento de la ley de Dios nos ordena, sino que es preciso, además, decir la verdad, lo cual no es del todo lo mismo. Pues el progreso de la vida espiritual consiste en pasar de los preceptos negativos a los positivos. El que no mata, ni fornica, ni hurta, ni miente, posee una honradez puramente negativa y no por ello va camino de santo. No basta no matar, es preciso acrecentar y mejorar las vidas ajenas; no basta no fornicar, sino que hay que irradiar pureza de sentimiento; ni basta no hurtar, debiéndose acrecentar y mejorar el bienestar y la fortuna pública y las de los demás; ni tampoco basta no mentir, sino decir la verdad.

Hay ahora otra cosa que observar—y con esto a la vez contesto a maliciosas insinuaciones de algún otro espontáneo y para mí desconocido corresponsal de esos pagos—, y es que como hay muchas, muchísimas más verdades por decir que tiempo y ocasiones para decirlas, no podemos entregarnos a decir aquellas que tales o cuales sujetos quisieran dijésemos, sino aquellas otras que nosotros juzgamos de más momento o de mejor ocasión. Y es que siempre que alguien nos arguye diciéndonos por qué no proclamamos tales o cuales verdades, podemos contestarle que si así como él quiere hiciéramos, no podríamos proclamar tales otras que proclamamos. Y no pocas veces ocurre también que lo que ellos tienen por verdad y suponen que nosotros por tal la tenemos también, no es así.

Y he de decir aquí, por vía de paréntesis, a ese malicioso corresponsal, que si bien no estimo poeta al escritor a quien él quiere que fustigue nombrándole, tampoco tengo por tal al otro que él admira y supone, equivocándose, que yo debo admirar. Porque si el uno no hace sino revestir con una forma abigarrada y un traje lleno de perendengues y flecos y alamares un maniquí sin vida, el otro dice, sí, algunas veces cosas sustanciosas y de brío —entre muchas patochadas— pero cosas poco o nada poéticas, y, sobre todo, las dice de un modo deplorable, en parte por el empeño de sujetarlas a rima, que se le resiste. Y de esto le hablaré más por extenso en una correspondencia que titularé: Ni lo uno ni lo otro.

Y volviendo a mi tema presente, como creo haber dicho lo bastante sobre lo de buscar la verdad en la vida, paso a lo otro, de buscar la vida en la verdad.

Ensayo literario de Eduardo Galeano

El derecho de soñar

Vaya uno a saber cómo será el mundo más allá del año 2000. Tenemos una única certeza: si todavía estamos ahí, para entonces ya seremos gente del siglo pasado, y, peor todavía, seremos gente del pasado milenio.Sin embargo, aunque no podemos adivinar el mundo que será, bien podemos imaginar el que queremos que sea. El derecho de soñar no figura entre los treinta derechos humanos que las Naciones Unidas proclamaron a fines de 1948. Pero si no fuera por él, y por las aguas que da de beber, los demás derechos se morirían de sed.

Deliremos, pues, por un ratito. El mundo, que está patas arriba, se pondrá sobre sus pies:

– En las calles, los automóiles serán pisados por los perros.

– El aire estará limpio de los venenos de las máquinas y no tendrá más contaminación que la que emana de los miedos humanos y de las humanas pasiones.

– La gente no será manejada por el automóvil, ni será programada por la computadora, ni será comprada por el supermercado, ni será mirada por el televisor.

– El televisor dejará de ser el miembro más importante de la familia y será tratado como la plancha o el lavarropas.

– La gente trabajará para vivir, en lugar de vivir para trabajar.

– En ningún país irán presos los muchachos que se nieguen a hacer el servicio militar, sino los que quieran hacerlo.

Ensayo literario de José Martí

Esa de racista está siendo una palabra confusa y hay que ponerla en claro. El hombre no tiene ningún derecho especial porque pertenezca a una raza o a otra: dígase hombre, y ya se dicen todos los derechos. El negro, por negro, no es inferior ni superior a ningún otro hombre; peca por redundante el blanco que dice: «Mi raza»; peca por redundante el negro que dice: «Mi raza». Todo lo que divide a los hombres, todo lo que especifica, aparta o acorrala es un pecado contra la humanidad. ¿A qué blanco sensato le ocurre envanecerse de ser blanco, y qué piensan los negros del blanco que se envanece de serlo y cree que tiene derechos especiales por serlo? ¿Qué han de pensar los blancos del negro que se envanece de su color? Insistir en las divisiones de raza, en las diferencias de raza, de un pueblo naturalmente dividido, es dificultar la ventura pública y la individual, que están en el mayor acercamiento de los factores que han de vivir en común. Si se dice que en el negro no hay culpa aborigen ni virus que lo inhabilite para desenvolver toda su alma de hombre, se dice la verdad, y ha de decirse y demostrarse, porque la injusticia de este mundo es mucha, y es mucha la ignorancia que pasa por sabiduría, y aún hay quien crea de buena fe al negro incapaz de la inteligencia y corazón del blanco; y si a esa defensa de la naturaleza se la llama racismo, no importa que se la llame así, porque no es más que decoro natural y voz que clama del pecho del hombre por la paz y la vida del país. Si se aleja de la condición de esclavitud, no acusa inferioridad la raza esclava, puesto que los galos blancos, de ojos azules y cabellos de oro, se vendieron como siervos, con la argolla al cuello, en los mercados de Roma; eso es racismo bueno, porque es pura justicia y ayuda a quitar prejuicios al blanco ignorante. Pero ahí acaba el racismo justo, que es el derecho del negro a mantener y a probar que su color no le priva de ninguna de las capacidades y derechos de la especie humana.

Ensayo literario de Rosario Castellanos

¿Qué es un escritor? La pregunta puede contestarse con una respuesta obvia: un escritor es una persona que escribe.

Una persona que escribe; hela aquí, ante la página en blanco, uno de los abismos a los que en ocasiones nos enfrenta el azar. ¿Escribe? No. Mordisquea la punta del lápiz, se mesa los cabellos, da vueltas por la habitación como una fiera enjaulada. Vacilaciones, plazos, arrepentimientos. Y, con la decisión de quien se lanza al agua, surge la primera letra. La mano, tan dócil en otros quehaceres, se crispa: el brazo se acalambra; las ideas zumban con la insolencia de la mosca, escapan a los papirotazos.

De un modo o de otro la hoja de papel se llena. ¿Qué ha pasado? Que el suceso que se quería narrar (un suceso vivo, fluyente, cálido) aparece opaco, desabrido, hosco. Alguien ha traicionado a nuestro protagonista y en cada sílaba se advierte el jadeo del esfuerzo, la desobediencia de los músculos, los sobresaltos de la mente. No le queda más alternativa que cerrar, avergonzado, el cuaderno y jurarse no volver a abrirlo más que para la redacción de formularias esquelas de negocios o la consignación de alguna cifra, de algún dato importante.

Diferencia entre idea y concepto

Idea y concepto son dos vocablos que significan la representación mental de algo o el simple conocimiento de una materia. En la mayoría de los casos, pueden ser utilizados como sinónimos, pero dependiendo del contexto, puede ser empleadas de diferentes maneras.

Ejemplo:  Alberto  tiene unas ideas raras respecto a la política

¿Cual es el concepto de «arribar»?

Una de las diferencias entre ideas y conceptos radica en que, está ultima, se emplea para dar la definición de una palabra. Es decir, usamos concepto más en su sentido lingüístico. En cambio, utilizamos idea para una representación mental de un objeto material o inmaterial.

Definiciones en el diccionario de idea

Diccionario de la RAE:

Primero y más obvio de los actos del entendimiento, que se limita al simple conocimiento de algo.

Imagen o representación que del objeto percibido queda en la mente.
Conocimiento puro, racional, debio a las naturales condiciones del entendimiento humano
Plan y disposición que se ordena en la imaginación para la formación de una obra
Intención de hacer algo
Concepto, opinión, o juicio formado de alguien o algo.
Ingengio para disponer, inventar y trazar una cosa.
Ocurrencia (tengo una idea para solucionarlo)
manía (Lo perseguía una idea)
Convicciones, creencias, opiniones

Definiciones en diccionarios de concepto

Diccionario de la RAE:

Idea que concibe o forma el entendimiento.
Sentencoa, agudeza, dicho ingenioso
Opinión, juicio
Crédito en que se tiene a alguien o algo
Aspecto, calidad, título
Ling. Representación mental asociada a un significante lingüístico

Idea y concepto, usados como sinónimos

Creo que Juan tiene un concepto muy innovador para esta empresa

Creo que Juan tiene una idea muy innovadora para esta empresa

Idea y concepto, con significados diferentes

Tengo la vaga idea de cómo hacer un guisado típico

Antonio, ¿cuál es el concepto de adiestrar? No olvides anotarlo en tu monografía

 

Función de un argumento. Qué es un argumentar.

La función de un argumento es presentar una idea con la finalidad de convencer.

La argumentación está presente prácticamente en todos los aspectos de nuestra vida cotidiana. Argumentamos cuando explicamos nuestras ideas u opiniones de manera razonada en una clase, en una charla entre amigos o en algún discurso oral.

En esta ocasión, nos enfocamos en el estudio del argumento escrito y la manera en que se manifiesta en diverso géneros literarios.

La función de un argumento definido por varios autores

María Moliner

Arguir: deducir una cosa como consecuencia natural de otra.
Probar o hacer ver con claridad una cosa.

Jürgen Habermas

Es un “macro acto de habla”, es un medio para conseguir un entendimiento lingüístico, que es el fundamento de una comunidad y es por medio de la intersubjetiva como se logra un consenso que se apoya en un saber proporcional compartido, en un acuerdo normativo y una mutua confianza en la sinceridad subjetiva de cada uno”.

Ludwig Josef Johann Wittgenstein

Argumentar es un juego del lenguaje y del pensamiento, es decir, una práctica lingüística sometida a reglas, que se produce en un contexto comunicativo mediante el cual pretendemos dar razones ante los demás o ante nosotros.

Diccionario filosófico de Ferrater Mora

Razonamiento mediante el cual se intenta probar o refutar una tesis, convenciendo a alguien de la verdad o falsedad de la misma.

 

¿Qué es un ensayo escrito?

Un ensayo escrito es un texto de  personal en la que el autor expresa sus pensamientos en forma de argumentos con la finalidad de convencer al lector.

El ensayo es un género literario muy utilizado en la actualidad como una manera de que el redactor exprese sus pensamientos de una manera libre acerca de un tema.

En el ambiente académico, es importante que los alumnos aprendan a desarrollar un pensamiento original, propio, y el ensayo es una forma escrita de ordenar esas ideas.

Las funciones de un ensayo escrito

El ensayo escrito tiene las siguientes tres funciones:

Argumentar: Un argumento es la base de todo ensayo y es la forma en que el autor transmite sus ideas de manera ordenada. Existen argumentos a favor, que sostengan la idea que se quiere dar a entender al lector. Por ejemplo: un ensayo que hable sobre la importancia de disminuir el calentamiento global, deberá utilizar argumentar a favor de evitar dicho fenómeno y también usar los argumentos en contra de las prácticas humanas que sigan produciendo el calentamiento global.

Demostrar: Demostrar significa probar. Con los argumentos el ensayista tiene la facultad de probar si son o no ciertas sus afirmaciones.

Persuadir: Persuadir significa convencer al lector de las ideas expuestas en el ensayo.

Partes de un ensayo escrito

Un ensayo escrito contiene las partes fundamentales de todo texto

Introducción: En la parte inicial el autor expone el tema principal y desarrolla sus primeras ideas.

Desarrollo: Aquí el ensayista presenta al lector las ideas en forma detallada. Si por ejemplo, su ensayo tiene como tema el calentamiento global, en el desarrollo expondrá las razones o argumentos  de la importancia de tomar conciencia ante esa amenaza al medio ambiente.

En el desarrollo también se puede organizar de la siguiente manera: argumentos a favor de la tesis principal, y refutar los posibles argumentos en contra.

Conclusión: En la parte final el autor tiene la libertad de recalcar su posición o idea más importante acerca del ensayo.

Siguiendo con el tema anterior, si está hablando del calentamiento global, en la conclusión podría escribir acerca de la importancia de los gobiernos de tomar acciones concretas para prevenir un mayor daño al planeta.

Características de un ensayo escrito

Las características de un ensayo escrito son:

  • Escrito personal: Es siempre personal porque refleja un pensamiento propio del autor acerca de un tema. Si bien en el ensayo puede haber citas o extractos de otras fuentes, ya sean libros, sitios de internet o alguna otra fuente, lo más importante seguirá siendo lo que el autor piense acerca del material que está recopilando.
  • Escrito argumentado. Esta parte es lo que diferencia el ensayo escrito de una opinión. Una opinión no necesariamente está fundada en argumentos sólidos y demostrables. El ensayo procura tener sus ideas claras, ordenadas y demostrar una teoría que considera cierta.
  • La voz propia.  Que un ensayo tenga voz propia significa que siempre debe notarse un estilo único de su autor el transmitir sus ideas. Para tener una voz propia es necesario mucha lectura y practica y cada ensayista debe ir descubriendolo por sí mismo.
  • No formal. El ensayo es un género literario que se caracteriza por ofrecer al ensayista la posibilidad de redactar sus pensamientos sobre un tema de una manera muy libre. No está ceñido a una estructura formal de redacción. Es decir, cuando se habla de estructura formal se da entender la diferencia en especial con otros tipos de textos académicos, como seria, por ejemplo, una monografía, la cual sí debe reunir una serie de requisitos formales.

Definición de ensayo escrito por varias fuentes

Definición en el diccionario de la Real Academia Española (RAE)

Escrito en prosa en el cual un autor desarrolla sus ideas sobre un tema determinado con carácter y estilo personales.

Definición en el diccionario Oxford:

Obra literaria en prosa, generalmente de corta extensión, en la que el autor expone sus propias ideas acerca de un asunto o tema general, pero sin la extensión y aparato de un tratado.

Definición de la autora Miriam Álvarez

El ensayo, por tanto, queda definido como vehículo de ideas, intentando siempre (como señala su etimología) fijar su identidad entre lo rigurosamente científico y el predominio de lo estético.
Miriam Älvarez. «Tipos de escritos II, Exposición y Argumentación» Edit. Arco-Libros.

 

 

Diferencia entre ensayo, resumen y síntesis

La diferencia entre ensayo, resumen y síntesis puede parecer confusa. En el siguiente listado se realiza una comparación entre dichos conceptos.

Ensayo: Escrito personal y razonado sobre un tema para inventar convencer al lector de las ideas expuestas

Resumen: Es una exposición de términos breves y precisos, o considerar tan solo y repetir abreviadamente lo esencial de un asunto o materia

Síntesis: Exposición breve, escrita u oral, que contiene un conjunto de ideas fundamentales y relacionadas con un asunto o materia y que estaban dispersas.

Resumen y síntesis, sinónimos

Como se desprende de la definición de ambos vocablos, ambos dan a entender la idea de una exposición que resalta aspectos importantes de una obra determinada. Por tanto, se puede, por ejemplo, escribir el resumen o la síntesis de una película, o de un libro.

Cuando se combinan el ensayo con el resumen o la síntesis

Un resumen puede contener una opinión personal y razonada del autor, y es ahí cuando es posible introducir un estilo de redacción ensayístico. Por ejemplo, si un redactor escribe una síntesis de una obra teatral a la que asistió, si gusta, puede también dar a conocer de manera más personal lo que le pareció dicha obra.

  • Las diferencias de forma 

  • El ensayo, formalmente hablando, no requiere de una estructura técnica o rígida de redacción.  Un resumen, en cambio, siempre sigue el clásico esquema de introducción, desarrollo, conclusión. Un ensayo puede tener esos elementos, pero no es su esencia.
  • Las diferencias de fondo

  • El ensayo prioriza la voz personal del autor. El resumen y y la síntesis, en cambio, tienen por finalidad ofrecer una información sucinta acerca de un tema.

Ejemplo de resumen o síntesis

La Misión narra la historia de Rodrigo Mendoza, un ex traficante de esclavos, mercenario y asesino (interpretado por Robert De Niro) que busca su redención convirtiéndose en jesuíta. Para tal propósito deberá viajar hasta la jungla tropical ubicada encima de las cataratas de Iguazú. Allí, seguirá los pasos del padre Gabriel (al que da vida Jeremy Irons) quien, aceptado por los guaraníes sin más armas que su fe y una flauta, crea la misión de San Carlos. La situación dará un vuelco cuando ambos personajes, después de varios años trabajando codo con codo, se ven enfrentados por ideas contrarias en una intensa batalla por la independencia de los nativos. Mientras que Mendoza apuesta por la ley de su espada, Gabriel confía ciegamente en el poder de la oración.

La película, dirigida por Roland Joffé (Los gritos del silencio), cuenta con la hermosa fotografía (ganadora de un Oscar) de Chris Menges y con la excepcional banda sonora de Ennio Morricone.  Por Sensacine.

Título original

Ejemplo de ensayo

Ejemplo un ensayo – resumen

 

Ensayo Resumen Síntesis
Escrito personal y argumentado sobre un tema. Expone lo esencial de una materia o de una obra Las ideas principales de una obra expuestas de manera breve.
Los argumentos son su esencia Impersonal. Es un texto informativo por excelencia Impersonal. Es un texto informativo.

 

¿Qué es una palabra comodín?

Definición: Una palabra comodín es aquella que posee un significado muy general y por tanto, susceptible de ser utilizada en gran variedad de contextos.

¿ Por qué se llama de esa manera? Es en referencia a las cartas del mismo nombre y por la razón de que estos vocablos son empleados pueden tomar una gran variedad de valores semánticos dependiendo del caso.
También se suele utilizar el término «palabra bául»

Algunos ejemplos son: asunto, problema, cosa, tema; bueno, grande, pequeño, positivo,
impresionante; poner, hacer, tener, realizar, etc.
Por ejemplo, el verbo poner que aparece en estas oraciones podría sustituirse por otro más preciso:
Ya me han puesto la fibra de vidrio en casa.
Ya me han instalado la fibra de vidrio en casa.

Pon más atención a lo que haces.
Presta más atención a lo que haces.

Debes poner tu firma al final del escrito.
Debes estampar tu firma al final del escrito.

Coge estos libros y ponlos por orden alfabético en la estantería.
Coge estos libros y colócalos por orden alfabético en la estantería. .

Ejemplos:

Evitar la pobreza del lenguaje.

Quizá la palabra comodín más empleada sea «cosa». La usamos día a día. Es una de las palabras, en todos los idiomas, más abstractas que existen y eso le da la posibilidad, o la comodidad de ser abusada en situaciones en las que es mejor utilizar vocablos más concretos.

Usar en exceso este tipo de términos es sinónimo de pobreza del lenguaje. Si bien es cierto que la expresión tanto en el lenguaje oral como escrito, es una facultad muy personal y personalizable, también es verdad que tenemos cierta obligación de darnos a entender de una manera clara y concisa, evitando en lo posible la ambigüedad en nuestros discursos.

Fuente:  Las 500 dudas más frecuentes del español 

Reglas de acentuación en español

assorted color alphabet

Sílabas tónicas y sílabas átonas

Conocer la estructura silábica de las palabras es un elemento esencial para saber en qué momento se deben utilizar las tildes.

Las palabras  están formados por dos tipos de sílabas: Una llamada tónica, que es la que, al pronunciarla, suena más fuerte. Las otras se llaman sílabas átonas, porque su intensidad es menor que las tónicas.

Existen normas de ortografía que nos dicen cuándo tildar esas sílabas. Este signo en forma de raya oblicua (´) tiene la función de señalar la sonoridad más intensa.

Es lo que se denomina tilde o acento gráfico.

A continuación, se presentan las reglas elaboradas por la Real Academia Española en su manual de Ortografía en las que enseña cómo y cuándo debes acentuar gráficamente las palabras:

Primera regla:  Los monosílabos no se tildan (hay excepciones)

Los vocablos de una sola sílaba no se tildan. Salvo en aquellos casos de tilde diacrítica.

Por tanto, palabras como las siguientes no llevan acento gráfico:

mes, bien, ya, son, guion, dio

Segunda regla: Palabras agudas

Son aquellas palabras que llevan la sílaba tónica en el último lugar y llevan tilde si se cumplen los siguientes requisitos:

  • Terminar en las consonantes n o s y no estar precedidos de otra consonante
  • Terminar en algunas de las vocales a, e, i, o u,

Ejemplos de palabras agudas con tilde: cajón, razón, iglú, sofá

Tercera regla: Palabras llanas o graves

Las palabras llanas, también llamadas graves, tienen  la sílaba tónica en el penúltimo lugar.

Para tildarlas se siguen las siguientes reglas:

Cuando terminan en una consonante distinta de n o s: referéndum, tóner.

Cuando terminan en más de una consonante: cíborg, bíceps, récords

Cuando terminan en el dígrafo ch: Ejemplo: crómlech, sándwich

Cuando terminan en el grafema y: Ejemplo: yérsey

Cuarta regla: Palabras esdrújulas y sobreesdrújulas:

Son aquellas palabras de más de dos sílabas. El golpe de voz recae sobre la antepenúltima sílaba (esdrújulas) o antes de la antepenúltima (sobreesdrújula). Se escriben siempre con tilde.

Ejemplo de palabras esdrújulas: tarántula, páncreas, océano, fantástico, caótico, término

Ejemplo de palabras sobreesdrújulas:  viéndolas, recójanmelos, cómpramela.

Fuentes: Ortografía de la lengua española. RAE. Ed.2010

Dudas del lenguaje: ¿Se puede decir oscuro o hay que decir obscuro?

¿Se puede decir oscuro o hay que decir obscuro?
Aunque se puede escribir, y por tanto pronunciar, de ambas formas, se recomienda usar la forma simple, oscuro, tanto en la escritura como en la pronunciación:

Ejemplos:

Su cuarto estaba  muy oscuro (recomendable)

Su cuarto estaba muy obscuro (no recomendable)

Fuente:  Las 500 dudas más frecuentes del español